Comentario
Cómo llegamos con todos los navíos a San Juan de Ulúa, y lo que allí pasamos
En jueves santo de la Cena del Señor de 1519 años llegamos con toda la armada al puerto de San Juan de Ulúa; y como el piloto Alaminos lo sabía muy bien desde cuando venimos con Juan de Grijalva, luego mandó surgir en parte que los navíos estubiesen seguros del norte, y pusieron en la nao capitana sus estandartes reales y veletas, y desde obra de media hora que surgimos, vinieron dos canoas muy grandes (que en aquellas partes a las canoas grandes llaman piraguas), y en ellas vinieron muchos indios mexicanos, y como vieron los estandartes y navío grande, conocieron que allí habían de ir a hablar al capitán, y fuéronse derechos al navío, y entran dentro y preguntan quién era el tlatoan, que en su lengua dicen el señor. Y doña Marina, que bien lo entendió, porque sabía muy bien la lengua, se lo mostró. Y los indios hicieron mucho acato a Cortés a su usanza, y le dijeron que fuese bien venido, e que un criado del gran Moctezuma, su señor, les enviaba a saber qué hombres éramos e qué buscábamos, e que si algo hubiésemos menester para nosotros y los navíos, que se lo dijésemos, que traerían recaudo para ello. Y nuestro Cortés respondió con las dos lenguas, Aguilar y doña Marina, que se lo tenía en merced; y luego les mandó dar de comer y beber vino, y unas cuentas azules, y cuando hubieron bebido, les dijo que veníamos para verlos y contratar, y que no se les haría enojo ninguno, e que hubiesen por buena nuestra llegada a aquella tierra. Y los mensajeros se volvieron muy contentos a su tierra; y otro día, que fue viernes santo de la Cruz, desembarcamos, así caballos como artillería, en unos montones de arena, que no había tierra llana, sino todos arenales, y asentaron los tiros como mejor le pareció al artillero, que se decía Mesa, e hicimos un altar, adonde se dijo luego misa, e hicieron chozas y enramadas para Cortés y para los capitanes, y entre tres soldados acarreábamos madera e hicimos nuestras chozas, y los caballos se pusieron adonde estuviesen seguros; y en esto se pasó aquel viernes santo. Y otro día sábado, víspera de pascua, vinieron muchos indios que envió un principal que era gobernador de Moctezuma, que se decía Pitalpitoque, que después le llamamos Ovandillo, y trajeron hachas y adobaron las chozas del capitán Cortés y los ranchos que más cerca hallaron, y les pusieron mantas grandes encima, por amor del sol, que era cuaresma e hacía muy gran calor, trajeron gallinas y pan de maíz y ciruelas, que era tiempo dellas, y paréceme que entonces trajeron unas joyas de oro, y todo lo presentaron a Cortés, e dijeron que otro día había de venir un gobernador a traer más bastimento. Cortés se lo agradeció mucho y les mandó dar ciertas cosas de rescate, con que fueron muy contentos. Y otro día, pascua santa de resurrección, vino el gobernador que habían dicho, que se decía Tendile, hombre de negocios, e trajo con él a Pitalpitoque, que también era persona entre ellos principal, y traían detrás de sí muchos indios con presentes y gallinas y otras legumbres, y a estos que los traían mandó Tendile que se apartasen un poco a un cabo, y con mucha humildad hizo tres reverencias a Cortés a su usanza, y después a todos los soldados que más cercanos nos hallamos. Y Cortés les dijo con nuestras lenguas que fuesen bien venidos, y los abrazó, y les mandó que esperasen y que luego les hablaría, y entre tanto mandó hacer un altar lo mejor que en aquel tiempo se pudo hacer, y dijo misa cantada fray Bartolomé de Olmedo, y la beneficiaba el padre Juan Díaz, y estuvieron a la misa los dos gobernadores y otros principales de los que traían en su compañía; y oído misa, comió Cortés y ciertos capitanes de los nuestros y los dos indios criados del gran Montezuma. Y alzadas las mesas, se apartó Cortés con las dos nuestras lenguas doña Marina y Jerónimo de Aguilar y con aquellos caciques, y les dijimos cómo éramos cristianos y vasallos del mayor señor que hay en el mundo, que se dice el emperador don Carlos, y que tiene por vasallos y criados a muchos grandes señores, y que por su mandado veníamos a aquestas tierras, porque ha muchos años que tienen noticias dellas y del gran señor que las manda, y que lo quiere tener por amigo, y decirle muchas cosas en su real nombre, y cuando las sepa e haya entendido se holgará dello, y para contratar con él y sus indios y vasallos de buena amistad, y quería saber dónde manda que se vean y se hablen. Y el Tendile le respondió algo soberbio, y le dijo: "Aun ahora has llegado y ya le quieres hablar; recibe ahora este presente que te damos en su nombre, y después me dirás lo que te cumpliere"; y luego sacó de una petaca, que es como caja, muchas piezas de oro y de buenas labores y ricas, y más de diez cargas de ropa blanca de algodón y de pluma, cosas muy de ver, y otras joyas que ya no me acuerdo, como ha muchos años, y tras esto mucha comida, que eran gallinas de la tierra, fruta y pescado asado. Cortés las recibió riendo y con buena gracia, y les dio cuentas de diamantes torcidas y otras cosas de Castilla; y les rogó que mandasen en sus pueblos que viniesen a contratar con nosotros, porque él traía muchas cuentas a trocar a oro, y le dijeron que así lo mandarían. Y según después supimos, estos Tendile y Pitalpitoque eran gobernadores de unas provincias que se dicen Cotastlan, Tustepeque, Guazpaltepeque, Tlatalteteclo, y de otros pueblos que nuevamente tenían sojuzgados; y luego Cortés mandó traer una silla de caderas con entalladuras muy pintadas y unas piedras margajitas que tienen dentro en sí muchas labores, y envueltas en unos algodones que tenían almizcle porque oliesen bien, y un sartal de diamantes torcido y una gorra de carmesí con una medalla de oro, y en ella figurado a san Jorge, que estaba a caballo con una lanza y parecía que mataba a un dragón; y dijo a Tendile que luego enviase aquella silla en que se asiente el señor Montezuma para cuando le vaya a ver y hablar Cortés, y que aquella gorra que la ponga en la cabeza, y que aquellas piedras y todo lo demás le mandó dar el rey nuestro señor, y que mande señalar para qué día y en qué parte quiere que le vaya a ver. Y el Tendile le recibió y dijo que su señor Montezuma es tan gran señor, que se holgará de conocer a nuestro gran rey, y que le llevará presto aquel presente y traerá respuesta. Y parece ser que el Tendile traía consigo grandes pintores, que los hay tales en México, y mandó pintar al natural rostro, cuerpo y facciones de Cortés y de todos los capitanes y soldados, y navíos y velas e caballos, y a doña Marina e Aguilar, hasta dos lebreles, e tiros e pelotas, e todo el ejército que traíamos, e lo llevó a su señor. Y luego mandó Cortés a nuestros artilleros que tuviesen muy bien cebadas las bombardas con buen golpe de pólvora para que hiciesen gran trueno cuando las soltasen, y mandó a Pedro de Alvarado que él y todos los de a caballo y se aparejasen para que aquellos criados de Montezuma los viesen correr, y que llevasen pretales de cascabeles; y también Cortés cabalgó y dijo: "Si en estos médanos de arena pudiéramos correr, bueno fuera; mas ya veran que a pie atollamos en la arena: salgamos a la playa desque sea menguante, y correremos de dos en dos"; e al Pedro de Alvarado, que era su yegua alazana, de gran carrera y revuelta, le dio el cargo de todos los de a caballo. Todo lo cual se hizo delante de aquellos dos embajadores, y para que viesen salir los tiros dijo Cortés que les quería tornar a hablar con otros muchos principales, y ponen fuego a las bombardas, y en aquella sazón hacía calma; iban las piedras por los montes retumbando con gran ruido, y los gobernadores y todos los indios se espantaron de cosas tan nuevas para ellos, y lo mandaron pintar a sus pintores para que Montezuma lo viese. Y parece ser que un soldado tenía un casco medio dorado, viole Tendile, que era más entremetido indio que el otro, y dijo que parecía a unos que ellos tienen que les habían dejado sus antepasados del linaje donde venían, el cual tenían puesto en la cabeza a sus dioses Huichilobos, que es su ídolo de la guerra, y que su señor Montezuma se holgará de lo ver, y luego se lo dieron; y les dijo Cortés que porque quería saber si el oro desta tierra es como el que sacan de la nuestra de los ríos, que le envíen aquel casco lleno de granos para enviarlo a nuestro gran emperador, Y después de todo esto, el Tendile se despidió de Cortés y de todos nosotros, y después de muchos ofrecimientos que les hizo el mismo Cortés, le abrazó y se despidió de él, y dijo el Tendile que él volvería con la respuesta con toda brevedad; e ido, alcanzamos a saber que, después de ser indio de grandes negocios, fue el más suelto peón que su amo Montezuma tenía; el cual fue en posta y dio relación de todo a su señor, y le mostró el dibujo que llevaba pintado y el presente que le envió Cortés; y cuando el gran Montezuma le vio quedó admirado, y recibió por otra parte mucho contento, y desque vio el casco y el que tenía su Huichilobos, tuvo por cierto que éramos del linaje de los que les habían dicho sus antepasados que vendrían a señorear aquesta tierra. Aquí es donde dice el cronista Gómara muchas cosas que no le dieron buena relación. Dejarlos he aquí, y diré lo que más nos acaeció.